Enrique Laviada Cirerol –

Las causas.

Falta mucho tiempo, dice el gobernador David Monreal, sin conciencia de lo que pasa en su estado, donde la sucesión camina bastante más aprisa que su escaso entendimiento de las cosas, adelantada a causa de lo mismo.

La entidad padece la falta de liderazgo, pues a la cabeza de las instituciones hay alguien que no tiene cabeza para pensar en el estado, y que en realidad le importa un rábano si todo se cae a pedazos o de un solo trancazo.

Esa orfandad (llamémosle así) causa un desorden generalizado que hace mala combinación con la violencia, el atraso económico y las carencias sociales.

Ni en el gobierno hay orden, ni en su partido concierto, ni en su clan al menos un poco de prudencia y tranquilidad, lo que naturalmente causa divisiones y reyertas internas, que debilitan el principio de autoridad.

El gobernador está anulado por decisión propia.

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Las consecuencias.

Eso conduce al alboroto de los actores que se sienten con derecho a sustituirlo y piensan que el tiempo corre a su favor para darle prisa a sus aspiraciones, sin que nada ni nadie logre contenerlos.

La estulticia de Monreal (por decirlo de algún modo), le ha llevado a declarar contra la pared que, es el tiempo de las mujeres, y por lo tanto nadie mejor que su excuñada, Verónica Díaz, tienen la candidatura en sus manos (las de ella) y se encuentra prácticamente a las puertas del Palacio de los Perros.

Lo que ha traído como consecuencia (lógica) una oleada de auto destapes en su mismo clan (Saúl Monreal) y entre sus aliados (Carlo Puente) y sus vecinos (Geovanna Bañuelos) o en sus alrededores (Arturo Nahle).

Mientras la oposición, el PAN hace más por la sucesión que por gobernar la capital (Miguel Varela) y en el PRI se frotan las manos (Miguel Alonso), aprovechando la debilidad de un gobernador sotanero, torpe y glotón.

El gobernador se queda pintado en la pared.

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Las trampas.

Más vale tener en cuenta que, detrás de todo este embrollo de la sucesión adelantada, hay varias trampas en las que todos los aspirantes pueden caer, y hasta sin darse cuenta.

En lo que se refiere al flanco oficialista, los involucrados parecen desconocer que solo requieren de un voto para obtener la ansiada candidatura, lo que hasta ahora se encuentra en calidad de misterio, o digamos que aún no está decidido, ni de lejos.

Algunos suponen curiosamente que, con virajes sorpresivos y una publicidad apresurada, podrían salirse con la suya, saltando las reglas no escritas, que son las que suelen ser las determinantes en estos casos, lástima.

Con toda seguridad el caciquismo hará lo necesario para imponer a su candidato en cada partido, y así ganar a toda costa, es decir, independientemente del resultado electoral, al estilo de la casa.

Y sucede que ese (a) gran elector (con a) está en otra parte y muy probablemente espere hasta el último momento, para observar cuánto y de qué manera, todos los adelantados, le faltan al respeto, con sus lances y ocurrencias.

En una extraña coyuntura, los oficialistas apostarían a la debilidad de Sheinbaum, mientras los opositores se esmerarían por lograr su benevolencia.

Por cierto, la distancia que guarden los aspirantes (cualquiera que sea su color y marca) con el pésimo desempeño (es ironía) de Monreal, será clave en la decisión final (no es ironía), lo que pondría a prueba el malabarismo de los oficialistas conocidos, y la escasa vocación opositora de los demás.

Es el factor gobernador.

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Acertijo

Ni unos ni la otra cuentan