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Morena y el PRI

Enrique Laviada –


Se suele repetir que Morena representa el regreso al viejo PRI, al delos setenta o los ochenta, debido al poder casi absoluto que halogrado concentrar. La comparación me parece equivocada. Morenaes algo todavía mucho peor que aquel pesado dinosaurio. No lo digo con intención de asustar al lector (es ironía), sino para alcanzar un necesario rigor en el paralelismo político. Veamos.


Habría que empezar diciendo que el PRI ha contado a lo largo de su historia con una institucionalidad a toda prueba, aun cuando ello hubiese significado mantenerse como un partido dependiente casi en absoluto del aparato de Estado. Mientras que Morena no cuenta ni de lejos con la institucionalidad necesaria e indispensable para tener la forma de un partido con reglas, tradiciones, usos y costumbres plenamente identificables, al contrario de lo que sucedía con el viejo
PRI, no obstante que el mando político del país cambiase de manos en cada sexenio por efecto del presidencialismo mexicano. Nunca imaginamos que la crisis de esa institucionalidad priista y del propio sistema de partidos, terminara en una mescolanza política totalitaria, tal y como hoy se presenta el régimen de Morena, ante la mirada
atónita de propios y extraños.


En Morena lo que predomina es la lealtad incondicional a un solo hombre, del que depende un complejo entramado de acuerdos e intereses de grupos regionales y sectas políticas, que se mantienen cohesionados bajo la condición de estar sujetos al mandato unívoco e intransferible del caudillo, cuyo poder no se comparte ni se negocia y su voluntad no se discute, sino que se acata de manera incondicional.

Eso es lo que explica la convivencia en un mismo espacio de personajes cuyos orígenes son distintos e incluso contrapuestos, pero que están decididos a dejar a un lado ideologías, tradiciones e historias particulares para entregarse a una suerte de promiscuidad política (es ironía); lo que deja ver en Morena una solución amorfa
al problema de la rigidez de los partidos tradicionales. Es decir, una solución que no es solución, sino más bien un escape hacia la coexistencia cínica y el juego de las complicidades, simples y mutuamente convenientes.

Mientras en el viejo PRI prevalecían la lealtad a la ideología del nacionalismo revolucionario y sus cuadros y dirigentes se alineaban con su declaración de principios, estatutos y programa, en Morena priva la falsa reducción de todo eso a una especie de lema: no mentir, no robar y no traicionar al pueblo; esto es, mientras del PRI abrevó de la corriente ideológica que produjo la Revolución Mexicana, y que se encargó de resumir y asumir el liberalismo del
siglo XIX y parte del siglo XX, al estilo en el que lo hizo Jesús Reyes Heroles; a kilómetros de distancia intelectual se encuentran los personeros de la llamada Cuarta Transformación, quienes apenas pueden producir folletines y estribillos referidos a los conservadores y los traidores a la patria que predominaron durante el periodo
neoliberal (cualquier cosa que eso signifique), mediante frases y formulaciones simplistas, puramente propagandísticas, algo así como una cantinela permanente, que exhibe la patética limitación intelectual de los nuevos propietarios del poder.

En ese ambiente de indefinición, cohabitan Morena un montón de comunistas arrepentidos, yunques encubiertos, neoliberales vergonzantes, cristianos dogmáticos, maoístas soflameros, populistas incorregibles, anarquistas parlanchines, radicales de dientes para afuera y otras especies afines al Caudillo, casi todos convertidos en nuevos ricos y mandarines del poder.

Todos ellos coinciden, sin embargo, en llevar a cabo la gigantesca obra de demolición de las principales instituciones de la República y la democracia, para sustituirlas por una incierta colección de ocurrencias (léase tómbolas y demás tonterías), además de un conjunto de valores manipulables que remiten a la idea de pueblo, a
la manera en la que lo han hecho los regímenes totalitarios de distinto signo, sin limitación alguna.


Y lo terrible es que, así como lo dijera Camus en su tiempo, sucede que la tiranía no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las fallas de los demócratas, y en México la historia de la democracia ha sido tan breve y los demócratas tan escasos, que no parecen suficientes hasta ahora para contener esa barbarie llamada Morena, algo mucho peor que cualquier cosa que hayamos conocido.

Acertijo
Cualquier parecido con la farsa, sólo es posible en tiempos de farsantes.