Enrique Laviada Cirerol –

Me enteré, igual que medio mundo, de las sorprendentes declaraciones (es ironía), hechas recientemente por la dirigente nacional de Morena, Luisa María Alcalde, al ser cuestionada acerca del presunto cambio de residencia de la esposa del ex presiente Andrés Manuel López Obrador, y que causaron revuelo.

El caso es que Beatriz Gutiérrez Müller, lo tenemos confirmado gracias a la prensa española, ha decidido mudarse a Madrid para establecerse, al parecer en compañía de su hijo, con la intensión, suponemos, de encontrar un mejor lugar de residencia para ambos.

Para Alcalde eso, según dijo, es perfectamente normal y reprocharlo parece “el colmo” pues, criticarlo, sería tanto como ejercer acoso en contra de una mujer que “es libre de hacer lo que quiera (…) es una mujer extraordinaria y libre de hacer lo que quiera”, insistió.

Nada como la libertad.

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Y debo reconocer que, a Luisa María, le asiste la razón pues, en efecto, la ciudadana Gutiérrez Müller puede atenerse a diversos artículos de la Constitución para defender su derecho a establecer su residencia en donde le venga en gana, podría lo mimo ser Madrid, Dublín, Boston, Sídney, París, Beijín o Moscú, con el único inconveniente, quizá, del idioma.  

Diríase que está en su derecho de hacerlo, eso es indudable, excepto por algunos inconvenientes, que no han pasado desapercibido entre la opinión pública, en tanto semejante mudanza contradice su “doctrina patriótica y social” y corre exactamente en sentido contrario a sus preceptos y su cartilla moral y demás menjurjes ideológicos morenistas, al mismo tiempo que, por cierto, la Sheinbaum hace lo que puede para construir el segundo piso de la llamada cuarta transformación (cualquier cosa que eso signifique) con suficiente devoción y humildad. 

Aclaro por las dudas que, tanta crítica, no ha sido, pues, resultado del capricho de los medios de comunicación, ni culpa de las malditas redes sociales donde, literalmente, ha quedado en el peor de los ridículos (me refiero a la ciudadana Gutiérrez Müller), sino debido a sus propias posturas, antes, tan ardientemente opuestas a las costumbres y estilo de vida de los conservadores, los derechistas y los vende patrias.

Pero nada como la libertad.

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Al parecer, lo que sucede es que la ciudadana Gutiérrez Müller se ha sentido en completa libertad de contradecirse a sí misma, al escoger Madrid sobre cualquier otro lugar, cuando en su calidad de cónyuge del primer mandatario de México, exigió a España disculparse por “las atrocidades cometidas durante la conquista”, en un tono por cierto bastante ramplón.

Pero, por si fuera poco, nos ha dejado ver, claramente, su voluntad libre y soberana de contravenir la austeridad y la medianía que ella, su marido y una gran cantidad de sus feligreses predican, casa por casa, todos los días, en todas partes, con bastante fanatismo.

En suma, todo indica que, la ciudadana Gutiérrez Müller ha tomado la decisión de convertirse en todo lo contrario de lo que pregonan, es decir, se ha tomado en serio el derecho que tiene a ser tan incongruente como quiera, y sin remedio aparente, en Madrid o donde se le pegue la gana.  

Nada como la libertad.

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Acertijo

Entre marcharse a Madrid o irse a la chingada.