Enrique Laviada Cirerol –

Al todavía gobernador de Zacatecas, David Monreal, parece que le
sobra tiempo para no hacer las cosas o hacerlas mal, con lo que deja
constancia de su vocación indudable de fracasado, es decir, alguien
que se encuentra muy lejos de lo que se suponía debía ser, algo así
como el mejor gobernador de la historia, o dejémoslo en un buen
gobernador o de perdida en un mediocre gobernador.
Ni a eso.
Y sucede que la cosa se pone peor, según ciertas versiones que
circulan profusamente en el terruño, pues ha decidido no solo
adelantar la sucesión, sino literalmente cederle los trastos a Verónica
Diaz, agobiado como se encuentra por el peso de las
responsabilidades y las funciones que la ciudadanía le confirió, y
nunca supo asumir ni ejercer.
Ni eso.
De ahí que por estos días se haya entregado (me refiero al todavía
gobernador) a organizar reuniones con algunos de los integrantes de
su gabinete, para enjaretarles a Verónica (mejor conocida como la
malvada o la mustia, así le dicen) como candidata única del
oficialismo, lo que ha causado de inmediato (además de las
consabidas filtraciones) un gran desconcierto, pues una cosa es hacer
las cosas mal y otra invitar a un completo desastre.
Ya con eso.
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Para colmo de males, me dicen que el encargado de “operar” el
encumbramiento de Verónica Díaz, en las altas esferas (es ironía) de
la burocracia es, ni más ni menos, que el tal Zúñiga, un conocido
personaje de reducida mentalidad y poca estatura política, pero
investido de poder suficiente como para para dinamitar la unidad de
Morena en la entidad.
Eso sí.
Según cálculos realizados de manera científica es perfectamente
probable que si el todavía gobernador David Monreal, se encontraba
solo y aislado políticamente, el resultado de sus reuniones (ya no tan
secretas), le lleve a la desventura y el rechazo de propios y extraños,
con muy contadas excepciones.
Eso se busca.
Adelantar la sucesión, ya no solo alterando los tiempos, sino
desbaratando lo poco que le quedaba de institucionalidad a su
gestión, lo que, a decir verdad, parece una buena forma de anunciar
el próximo y triste final del monrealato (similares y conexos), por
voluntad y decisión propia.
Eso suena increíble.
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Donde las cosas no suenan nada bien es en las oficinas del todavía
diputado Ricardo Monreal, obligado como se encuentra a lidiar con
sus propios problemas, apuros y aprietos (que no son pocos ni
menores), y todavía tener que batallar con sus parientes, tan hechos
bolas en el terruño.
Y sí.
Me cuentan que (ahora sí) ya se enojó y está a punto de hacerle otra
llamada telefónica a su hermano (me refiero al tal David) para que
se deje de balandronadas en favor de su excuñada (la tal Verónica),
habida cuenta de que ya aplacó a su otro hermano (el tal Saúl o
Caín), y pueda entonces obrar la magia del engaño colectivo de que
todo se encuentra bajo control y pensado a su debido tiempo.
Y no.
Resulta que nadie le hace caso y las prematuras campañas ya se
pueden ver por todas partes, cada uno viendo por lo suyo, sin
escatimar en los gastos, impúdicamente dedicados a promover su
imagen personal, despreocupados de las consecuencias, unidos en el
desbarajuste, bajo la batuta del todavía gobernador (es ironía),
alegremente dispuestos a romperse la madre solos.
Y sí.
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Acertijo
Si nadie manda, todos desobedecen.